4 de junio de 2005

El Gran Sampler

El Gran Sampler


Octavio era un tipo raro y a la gente no le gustaba. Tenía una teoría particular: “La Voz no surge de las cuerdas vocales ni del aire que las remece. Existe sin que nadie la produzca. Sólo que está prisionera en los músculos de la garganta y depende de la voluntad. Quiero liberarla. Hacer que salga por cualquier parte del cuerpo: un ojo, por una mano. Conseguido esto, independizarla de mi voluntad. Entonces sonará cuando y por donde ella quiera. Yo la oiré.”
Estos pensamientos estaban en Octavio, personaje del relato llamado Zipelbrúm, escrito por Alejandro Jodorowsky.

Realmente me inquietaba la idea de una voz que no fuera mía, y rumiando esa sensación me fui a caminar por la playa.
Una voz sin garganta, un sonido sin emisor…
Entonces canté sin abrir la boca, sin mover la garganta. Y no pude evitar pensar en la naturaleza de ese sonido. ¿De dónde surge el sonido de mi voz cuando la siento en mi mente? ¿Cómo es que puedo tararear melodías exactas sin mover las cuerdas vocales? ¿Qué sustancia compone esa voz que no se proyecta en el aire?

La oreja es un embudo sofisticado que dirige los sonidos del exterior hacia el tímpano, un trozo de piel delgada que vibra y trasmite las vibraciones a través de tres huesos pequeños llamados osículos (martillo, yunque y estribo). Dichas vibraciones llegan a la cóclea, un conducto pequeño lleno de líquido. El líquido vibra y los movimientos son captados por unos pelitos microscópicos conectados al Nervio Basilar, el cual trasmite las señales eléctricas al cerebro.
Asimismo el cerebro se encarga de interpretar y comparar dichas señales con las de su memoria, y clasificar de esta forma los sonidos percibidos.

El oído está vinculado a la memoria auditiva. Una vez que el cerebro ha registrado un sonido, genera un recuerdo y puede recuperar la información cuando lo desee. Hay estudios funcionales de la corteza auditiva humana que confirman que la memoria auditiva para percepciones musicales está localizada en el “área 39 de Brodmann” (Alasbimm Journal 6 - julio de 2004).

El cerebro también es un emisor, y por eso contamos con la capacidad de evocar sonidos en nuestra mente. El sonido citado es de alguna manera una señal eléctrica que manipulamos.

Esto no es muy diferente de lo que hoy conocemos como Sampler. A lo largo de la historia el ser humano elaboró invenciones basadas en eficaces sistemas presentes en la naturaleza. Una y otra vez ha transformado los elementos del medio ambiente a su antojo. El Sampler es un instrumento que captura sonido y lo convierte en señales eléctricas. Al igual que las cámaras fotográficas cazan imágenes, el sampler roba instantes de tiempo sonoro y permite manipularlos con gran elasticidad (la palabra en inglés “sample” significa “muestra”). Se le acredita a Thomas Alva Edison el avance tecnológico en la música. Debemos recordar que los métodos de grabación y reproducción de sonido han evolucionado constantemente. Quizás el inicio del sampling propiamente dicho se remonta a los años 60. El inventor americano Harry Chamberlin creó el Musicmaster. Dicho instrumento usaba grabaciones de sonidos reales en cintas magnéticas, asignadas a un teclado de piano. Al poco tiempo apareció un instrumento llamado Mellotron de similares características (aparentemente le copiaron el prototipo). Los samplers actuales se basan en la grabación digital -el audio se graba como números en la memoria del ordenador-. Sumamente versátiles permiten emular instrumentos de música reales y son usados tanto para sustituirlos en composiciones, como para crear sonidos completamente nuevos.

Su uso ha despertado polémicas en el mundo musical. Algunos creen que lo peor que puede hacer un músico es usar el sampler como sustituto de instrumentos reales, y que deberían limitar su uso a sacar los sonidos de contexto transformándolos en algo nuevo. La verdad es que solo es una herramienta más dentro del espectro de lo creado, y cada uno es el dueño de su uso. Cuando una nueva técnica irrumpe en el arte genera controversias, pero al fin y al cabo es el artista quién encontrará la mejor forma de expresarse, más allá de los achaques y críticas de su época.

Más de una vez se ha cuestionado la validez del Dj o del músico electrónico por utilizar samplers como instrumentos musicales, pero guste o no forman parte de la paleta sonora existente. Otra forma de expresión.

Modificamos, moldeamos, componemos, elaboramos, metamorfoseamos, cambiamos, transformamos, mudamos, trastocamos, creamos, dirigimos, encauzamos, desviamos, trastornamos, extendemos, constituimos, consolidamos, derivamos, deformamos, forzamos…de eso se trata.

Y el Sampler no es la excepción.

En una entrevista concedida a la revista Future Music, Jean Michel Jarre -un músico electrónico con título en música clásica- confiesa su nueva devoción por los samples. En otra época comparaba a la tecnología digital y la del sampling con “Frankestein”, pero sus últimos discos están basados en samples: “Creo que ahora me siento un poco más…ridículo”, admite sonriendo. “Con “Pro Tools” la fuente de sonido original ya no importa. De hecho es prácticamente irrelevante. No importa si utilizo samples, Júpiter 8, mi viejo Fairlight…con cualquier cosa puedes llegar a crear sonidos increíbles”.

El cerebro es un gran sampler muestreando sonidos todo el tiempo. Toma muestras y crea una base de datos que utiliza a su favor. Cuando cantamos o tocamos un instrumento estamos manipulando esa información. La composición musical está embebida de recuerdos sonoros, de formas y métodos basados en lo que ha sampleado el ejecutante a lo largo de su vida.

Acompañando los dichos del musicoterapeuta argentino Carlos Fregtman: “Vivimos en una Sonósfera”.

Sampleada, por supuesto.

Alejandro Aguerre